El Síndrome del impostor no entiende de género, edad, condición social o puesto y puede, metafóricamente, bloquear tu futuro.
Baja autoestima y sensación de engaño, así el síndrome del impostor aparece en nuestra vida laboral. Sin embargo, a pesar de no estar tipificado dentro de ningún tipo de trastorno psicológico, su evidencia en el trabajo es reseñable. Una vez llegado el éxito, la persona que lo alcanza considera casi un burdo fraude haberlo logrado.
La sensación de no merecer la posición se sucede así. Bajo ese prisma, aunque se esté gozando de una cierta reputación, ya sea en el trabajo o en otros sectores, especialmente el académico, el síndrome del impostor aparece. Casi como una mentira, este tipo de personas creen que sus méritos —constatables— son completamente ajenos a ellos.
Una recomendación para un puesto, la falta de competencia o ventajas competitivas que realmente tiene y que, sin embargo, considera que no son méritos propios, sino completamente exógenos. Llamado también dismorfia productiva, el síndrome del impostor parte de una situación de inferioridad no manifiesta que, no obstante, el que lo sufre siente como tal.
El logro a terceros se convierte así en una realidad en sus vidas. El drama, aparte de suponer condicionantes severos para el que lo está padeciendo, también está en que no entiende de rangos. El síndrome del impostor puede aparecer en cualquier sector, en cualquier responsabilidad y, huelga decirlo, en cualquier edad o género.
Hay un perfil de género marcado en el síndrome del impostor, apuntando que hasta un 70% de las mujeres lo han sentido alguna vez. De nuevo, esta particular espada de Damocles aparece dentro de la brecha de género, pero no es la única realidad de un síndrome que puede atenazar los movimientos laborales del que lo sufre.
El síndrome del impostor, también conocido como dismorfia productiva, es un fenómeno psicológico que sufren aquellas personas que no son capaces de reconocer su propia valía. Al padecer este problema tienen la sensación de no estar a la altura, de no ser lo suficientemente competentes, a pesar de alcanzar numerosos logros académicos y laborales.
En su mentalidad esos logros han llegado por mera casualidad o gracias a terceras partes, siendo este el motivo por el cual se sienten impostores.
El síndrome del impostor: la imposibilidad de crecer y de subir
Uno de los principales problemas del síndrome del impostor no está sólo en que el que lo sufre considera no hacer méritos, sino en el bloqueo que se produce. De esta manera, reniega o renuncia a luchar por mejoras laborales —o personales— simplemente por creer que no estará a la altura.
Como consecuencia de esto, cierto nivel de parálisis en la actividad se profundiza, aumentando la sensación de inferioridad del que lo padece. Aun así, hay grados aún más severos. Algunos, en su primer nivel, pueden estar sólo relacionado con una postergación en la toma de decisiones. Ser poco lanzado o sobreanalizar las situaciones —el famoso overthinking— se pueden relacionar con el síndrome del impostor.
Ya en estadios superiores, las complicaciones aumentan. Algunas de ellas, como es evidente, acaban suponiendo casi cronificar el miedo antes las decisiones que impliquen la modificación del statu quo. Por este motivo, aquellos que padecen este fenómeno psicológico acaban anclados en situaciones estáticas. Aunque la incidencia del síndrome del impostor,se sitúa en cerca de un 70% —el porcentaje que dan de este comportamiento a lo largo de una vida en cualquier persona—, lo cierto es que no salpica sólo en el ámbito laboral.
Un más allá del espectro laboral ¿Cómo perjudica el síndrome del impostor en tu carrera profesional?
Tanto en las relaciones de pareja como en las relaciones sociales también se da el sindrome del impostor, creyendo que no se está a la altura del resto. Como es habitual, la aparición del síndrome del impostor amenaza por una doble vía. Por un lado, merma la seguridad y la autoestima del que lo padece. Por el otro, la parálisis de la decisión supone una menor productividad, debido a ese tiempo perdido de manera sistemática.
Cavilar y dar vueltas a la cabeza son así las piedras de toque de una realidad que, explican en una publicación de la Journal of the American Medical Association, no debe ser mal enfocada en su objeto. Se trataría, indican, de «tratar la causa, no de tratar el síntoma». De lo contrario, conseguimos exonerar a la causa de lo que sucede con el síndrome del impostor.
Ansiedad, estrés, bajo estado de ánimo o depresión como factores psicológicos podrían acontecer en las personas que padecen el síndrome del impostor. Además, diversa literatura médica apunta a que este síndrome es cada vez más frecuente en ámbitos académicos superiores, debido a una creencia de falta de aptitudes del que lo sufre.
Por qué aparece el síndrome del impostor y cómo atajarlo
La fobia social (también llamada ansiedad social) juega un papel claro en este síndrome, aunque no es condición sine qua non. No obstante, las personas que en general son inseguras o tienen bajos niveles de autoestima están más expuestas el síndrome del impostor.
Por este motivo, suelen ser relativamente conformistas en sus relaciones laborales y personales, evitando los nuevos comienzos. En cualquier caso, conviene no confundirlo con el síndrome de Alicia en el País de las Maravillas.
Detrás de todo ello puede haber un sinfín de causas, incluyendo las relacionadas con la gestión emocional de los conflictos. Más aún si hablamos de personas que vienen de familias desestructuradas, de bajos niveles de apoyo o donde también vemos un perfil socioeconómico bajo, que podría lastrar el crecimiento y las aspiraciones de estas personas.
En cuanto a cómo atajarlo, puedes empezar por detectar si sufres de sindrome del impostor y seguir estas recomendaciones:
- Relativiza tu propia importancia, sobre todo para comprender que no todo el mundo está pendiente de tus o de nuestros errores.
- Aumenta la consciencia de tus méritos y, sobre todo, no los compares con los del resto.
Esto no quiere decir que no los miremos, pero sí no entrar en una espiral negativa de comparaciones que nos bloqueen. Por último, también apuntan a relativizar la productividad y el ritmo de trabajo, pues el que padece el síndrome del impostor constantemente cree que no ha hecho lo suficiente o que debería hacer más.
Causas del síndrome del impostor
- Educación familiar. La dinámica familiar desempeña un papel importante en el desarrollo cognitivo y la gestión emocional de los sujetos. Esto se ve reflejado en los niños que se sienten presionados y asustados al equivocarse o no estar a la altura, debido a las consecuencias. Las personas que provienen de familias con alto nivel de conflicto y con bajos niveles de apoyo pueden ser más propensas a experimentar el síndrome del impostor.
- Falta de seguridad. Las personas inseguras y con una baja autoestima son más susceptibles ante problemas psicológicos de este tipo. A pesar de sus logros, siempre van a poner en duda sus habilidades, sintiéndose inseguros a la hora de enfrentarse a nuevos retos.
- Nuevos comienzos. La dismorfia productiva se padece frecuentemente cuando las personas atraviesan transiciones que cambian su estilo de vida y rutina. Sienten la presión por no saber si alcanzarán el éxito en esta nueva etapa, teniendo la preparación y experiencia suficiente. Algunas preguntas como ‘¿estaré preparado?’ o ‘¿lo haré mejor que la persona que estaba antes en este puesto?’ alimentan las inseguridades y pueden dar lugar al síndrome del impostor.
- Ansiedad social. El síndrome del impostor y la ansiedad social pueden coincidir. Estas personas experimentan este fenómeno sintiendo que van a descubrir su incompetencia social. Aunque ambos afectan a nuestra salud mental y los síntomas de uno pueden alimentar al otro, no significa que todas las personas que experimentan el síndrome del impostor tengan ansiedad social o viceversa.
Síndrome del impostor: síntomas y tratamiento A continuación, vamos a ver una serie de indicaciones para saber cómo superar el síndrome del impostor y ser más productivo:
- Ser conscientes de que no todo gira en torno nosotros mismos. La dismorfia productiva hace sentir a las personas como impostores, debido en parte porque estas piensan que son más importantes de lo que realmente son. Es decir, se centran en cómo el resto del mundo va a opinar acerca de ellas y quieren lograr una perfección inalcanzable.
- Es muy importante como remedio principal ante este problema, aceptar tus habilidades y tus aptitudes, ser consciente de que el éxito proviene de tus méritos, no de un golpe de suerte ni casualidad. Aceptar que tienes responsabilidad en aquello que logras, no solo en los fallos si no también en el éxito.
- Evitar las comparaciones es otra importante acción a llevar a cabo cuando una persona padece de este síndrome. Es común medir siempre el rendimiento en comparación a los demás, lo cual conlleva a incrementar las inseguridades y sobresaltar los puntos débiles de uno mismo.
- Renovar el concepto de productividad es fundamental, puesto que la dismorfia productiva genera en las personas una concepción errónea de la productividad. Esto se ve reflejado en aquellas personas que se frustran si no han sido útiles durante todo el día o si han cometido algún error. Todo esto da lugar a una presión continua hacía la propia persona, siendo como resultado la saturación y desmotivación. Hay que saber bajar el ritmo, desconectar y descansar, porque esta parte es tan indispensable como el trabajo para conseguir ser productivos.
En definitiva, el objetivo principal para superar este fenómeno psicológico es tener una visión realista del entorno y de uno mismo, sin comparaciones. Aceptar nuestras limitaciones y sobre todo valorar nuestras capacidades. Se trata de comprender que la perfección es inalcanzable, porque esta es inexistente y es algo que nunca vamos a lograr, teniendo esto en cuenta evitaremos futuras frustraciones.